Afilando bisturíes

La inocencia es un alto precio que todos terminamos pagando…

Se llamaba Tai

TaiCuando todo va mal no se puede hacer otra cosa que esperar a que mejore la situación.

Empecé el año con mala pata, nunca mejor dicho, cuando ayer por la tarde, camino de la #twittmad me resbalé en el metro y me caí, doblándome el pie con tan mala suerte que me hice un esguince severo. Desde el metro me llevaron los del SAMUR, uno de cada lado, hasta la salida y ahí me esperaba una ambulancia para llevarme al Ramón y Cajal. Yo maldecía mi mala suerte sin tener ni idea de que lo peor estaba por llegar.

Tengo que agradecer lo bien que se portaron conmigo en el andén de la línea 10, en Plaza de Castilla. Al chico que me ayudó a levantar del suelo y me llevó hasta el banco. A las señoras que se preocuparon enseguida por mí y llamaron al telefonillo del metro para que vinieran los de seguridad. Y a la señora que se quedó conmigo esperando hasta que llegó el SAMUR. Los trabajadores del metro también fueron muy amables y los del SAMUR incluso consiguieron sacarme alguna sonrisa. Yo sé lo importante que es eso, y lo necesario que es una buena atención sanitaria, y no solo en técnica, sino sobre todo, en humanidad.

Lo más odioso fueron las miradas curiosas y las caras de circunstancia cuando me decían que llamara a mis padres y yo les contestaba que estaban en Málaga. ¿Tan raro es que una chica viva sola en Madrid, lejos de su familia? No tendré familia aquí pero sí tengo muy buenos amigos, y por eso tengo que darle las gracias especialmente a mis amigos Iván y Silvia, que me han ayudado tanto. Acogiéndome en su casa, cuidando de mi y llevándome al médico y de vuelta a mi casa hoy.

La pesadilla vino después… Cuando por fin reuní fuerzas para subir a la habitación a cambiarme, me encuentro a mi gata Tai tirada en el suelo, estirada como si estuviera dormida… solo que ella nunca dormía así. La llamo y no contesta, me acerco, la acaricio… nada.

Estaba dura y algo fría ya. El rigor mortis actúa rápido, y aunque ya solo era un cadáver, yo seguía viendo a mi Tai, mi gata, mi perrito también.

La conocí en el verano del 2008. Yo vivía en el pueblo de Fuencarral y ella vivía en una casa abandonada en una de las callejuelas, cerca de mi casa. Cada vez que pasaba por allí maullaba con fuerza, pidiendo comida y también mimos. Es cierto que no somos nosotros los que elegimos nuestras mascotas. Ella me eligió, siempre venía conmigo y yo la iba a visitar y le llevaba comida.

En septiembre de ese mismo año me la llevé a casa. Se adaptó rápido. Me contaron que era una gata casera, que la abandonaron porque se quedó preñada y los dueños se mudaron y simplemente la dejaron allí con sus niños. Los pequeños ya eran mayores, se alimentaban por sí mismos y eran más temerosos que su madre. Una buena lección que aprendieron pronto, por su propio bien. De hecho también le busqué casa a uno de los chiquitines, uno negro y travieso. Le hablé a la veterinaria de ellos y me llamó un día diciendo que había una familia interesada así que fui al callejón con un transportín y lo dejé abierto hasta que uno se metió dentro entre juegos y curiosidad, por sí mismo. Estaba asustado cuando me lo llevé pero cuando conocí a la niña supe que estaría bien cuidado. Le puso de nombre Bart.

Allí se quedadon sus dos hermanitos, otro negro como él y el tercero blanco y negro. Sé que estarán bien porque había también un par de señoras que le iban a echar comida a diario y tenían sus mantitas y les protegía su miedo a las personas.

A su madre le puse de nombre Tai, por ser cruce de siamés. El antiguo Reino de Siam es la actual Tailandia, por lo que queda claro la procedencia del nombre.

Tai era como un perrito. Venía corriendo escaleras abajo siempre que la llamaba, ya fuera por su nombre, o no. ¡Incluso se perseguía el rabo! Lástima no haber grabado nunca un video de eso, era tan graciosa, y tan cariñosa. Y muy habladora, estaba siempre maullando… ahora la casa se siente vacía y silenciosa sin ella.

Solo espero que no haya sufrido, solo estuve 24 horas fuera… y siempre me quedará la duda de si podría haber hecho algo por ella, pero fue tan rápido… Ayer mismo estuvo conmigo, tan cariñosa y charlatana como siempre.

Seguro que le haces buena compañia a las estrellas y ten por seguro que siempre te tendré en mi corazón.

Y ya solo me queda dar las gracias a mi compañera Silvia, la sevillana, por llevarme al veterinario a dejar a mi Tai. A mi madre por estar siempre ahí. También a @mystra y @AleRom por los ánimos telefónicos y a mi cachito de playa por demostrarme que a pesar de todo, la amistad es lo más importante.

Y por supuesto a todos vosotros que tanto me ofrecisteis vuestro apoyo y comprensión vía twitter.
Aquí el álbum de Flickr dedicado a Tai.

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