Mundo gris
Caras desconocidas vagan sin rumbo definido a través de los largos pasillos del metro.
Es un día caluroso, y la humedad se condensa en forma de gotas de sudor sobre la frente de los viandantes.
Para alguien que tiene tan claro su objetivo, el resto de los pasajeros del vagón bien podrían ser simples peones que no saben dónde van ni quiénes son.
Lo tiene decidido, y aunque está un poco asustado sabe lo que debe hacer y tiene claro el por qué. Solo espera escoger a la persona adecuada, porque una vez hecha la elección ya no habrá una segunda oportunidad.
Busca a la gente de otoño, como alguien los llamó una vez. Gente gris. Sin inquietudes, sin aspiraciones. Consciente como nunca, de que esa gente no debería existir, y sin embargo es la que más abunda.
Quiere lanzar un mensaje al mundo entero, quiere abrirle los ojos a la sociedad. Pero no servirá cualquier cosa. Todos los diálogos inútiles, todas las palabras rotas. Cayendo en el vacío de las mentes obtusas y conformistas de cuantos intentó adoctrinar.
"Al principio no lo entenderán" —se dice a sí mismo para inculcarse valor— "Pero cuando pase la conmoción sabrán el porqué. Entonces lo verán, y sus ojos no volverán a ser opacos al mirar."
Ha llegado el momento. Un señor de traje gris y mirada indiferente se para junto al andén ante la proximidad del metro. Demasiado cerca, y ya es demasiado tarde. Todo pasa muy deprisa y la gente apenas es consciente del empujón. Cuando se escucha el frenesí abajo, en las vías, nadie puede hacer nada por el señor de gris. Gritos de desconcierto y de pavor inundan el andén y entonces sabe que es hora de echar a correr.
En realidad no le importa si le cogen o no, pero hay un par de cartas que quiere escribir antes de eso. Quiere dejarlo todo muy claro para que, una vez pase el trauma inicial, todos sepan a quién agradecer el haberles liberado de una vida de apatía y desilusión.
Matar para sentirse vivo. Para que todos los muertos en vida aprendan a apreciar el regalo que es vivir. Porque el siguiente, podrías ser tú.
Y con la satisfacción de un trabajo bien hecho, una sonrisa se dibuja en su cara, mientras le da las buenas tardes a su compañera en la sucursal del banco donde trabaja. Y ella piensa: "Qué chico más majo, siempre tan educado y con una sonrisa en los labios. Ojalá hubiera más gente como él."
3 comentarios
Veo que has sacado a pasear al Dexter que hay en ti. Miedo me das.
Me encanta. Lo leí el otro día con poco tiempo, pero hoy lo he saboreado mas.
es aterrador!
Me ha recordado a Momo, los hombres grises
besos