Afilando bisturíes

La inocencia es un alto precio que todos terminamos pagando…

El jardín de la libertad

JardínHabía estado soñando durante meses con escaparse de casa. Sabía lo afortunado que era de tener cama y comida a diario, y era consciente de su suerte, por pertenecer a una familia que lo quería con locura, rozando incluso la adoración. Sin embargo, no se podía quitar de la cabeza la idea de la libertad.

Se preguntaba qué se sentiría al correr libre por los jardines de las urbanizaciones vecinas sin nadie que le regañara por subirse donde no debía.

Fue una tarde de primavera cuando decidió llevar a cabo su plan, tantas veces estudiado durante sus siestas al sol. Aprovechando un descuido, salió corriendo por la puerta abierta, hacia el verde jardín, y a pesar de los intentos de su cuidadora por retenerlo, nada ni nadie pudo detener su frenética carrera hacia su ansiada libertad.

Fue incluso mejor de lo que esperaba. La brisa en la cara, el tacto del césped bajo sus pies, y todo el espacio del mundo para correr. ¡Y esos olores! Nunca habría imaginado que el exterior oliera tan bien. Los ruidos le asustaban un poco, pero solo era cuestión de acostumbrarse.
Mientras, dentro de casa, una niña lloraba desconsolada por la pérdida de su mascota, y su madre, para tranquilizarla, le aseguraba que volvería pronto, porque la echaría de menos.

Apenas tenía un par de años de vida, y aunque había sido muy feliz con su familia de acogida, se dio cuenta de que en realidad no era más que eso… de acogida. Algo temporal. Y él quería formar su propia familia felina, y cazar y vivir libre como los gatos callejeros que veía a menudo por la ventana, tan diferentes a él y su vida de interior.

En ese momento decidió, con pena pero también ilusión, que no volvería.

Su familia de acogida tendría que aprender a vivir sin él.

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